17 jul 2010

Misterio V (Relato independiente)



Me levante tarde, de nuevo, me vestí a la velocidad del rayo, como siempre cabe aclarar, desayune rápido, otra vez, destroce las ruedas de mi bicicleta, igual que ayer, llendo a toda velocidad a la escuela.

Sueno redundante, lo se, pero así son mis dias, apurados, rápidos y aburrido. Siempre a las corridas por mi barrio: de la gimnasia a natación, de natación a la escuela, de la escuela a mi casa ¿Y a que iba a mi casa? A estudiar por supuesto. Eso es lo que un chico de 15 años hace: estudiar, estudiar, estudiar y estudiar.

Llegué, de suerte, antes de que serraran la puerta de la escuela. ¡Al fin era viernes! Y no cualquier viernes, sino el último viernes antes de vacaciones de invierno ¿No es genial?

En cuanto llegue fui a saludar a mis amigas: Belén y Azul, y después a mis amigos, los cuales conozco desde siempre: Santiago y Marcos.

Nos pusimos los cinco, ya que ese era nuestro grupo, a charlar asta que nos dijeran de formar para poder subir al aula.

-Y Nicolás ¿Qué haces en las vacas?- me pregunto Santiago.

-Nada especial, hacer el trabajo de matemática y lo de lengua.- ¿Acaso los profes no entienden el concepto de vacaciones? me pregunte –Además tengo pensado salir con Laura- mi novia –todo lo que pueda.

En ese momento pasaron varias cosas a la vez: sonó la campana, los parlantes que se usan para los actos lanzaron un pitido ensordecedor, los tubos fluorescentes se apagaron y repentinamente uno se desplomo justo donde yo me encontraba. Marcos lo vio y en un rápido reflejo me empujo... quedando el abajo del tubo.

Este lo aplasto dejándolo en el piso, aplastado.

Inmediatamente, todo el mundo lo rodeo, yo estaba paralizado en mi lugar, con la mirada perdida, viendo nada, quieto.

Apenas fui consiente que alguien me tomaba de la mano y me conducía lejos de allí, tampoco note cuando forjo la puerta para salir de la escuela, ni de que me subía a un auto y para cuando volví a pensar ya estábamos en una zona desierta. Cuando vi a ese alguien me sorprendí.

Mas mi sorpresa fue mayor cuando la Profesora Florencia, se acerco a mi oído y me dijo: ‘’Si te quedas quieto no dolerá. Eres mi alumno preferido, te quiero conservar’’. Y clavo sus dientes en mi cuello.

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